sábado, 25 de mayo de 2013

Por qué dejé de ser español

Difícil cuestión, pero intentaré responderla con la mayor elocuencia posible. Haciendo alusión con el título al libro del inteligente y siempre polémico Federico J. Los Santos en el que intenta explicar por qué dejó de ser de izquierdas, yo trataré, por mi parte, de hablar de mi tierra, nación, reino, ¡o marca! -como se ha obstinado en denominarla a día de hoy el derechismo ultra-liberal- y de la decepción que me causó en una gélida mañana de desengaño patriótico. ¡Ni Dios ni patria!, pensé con estupor, desde el despecho asociado a un temerario escapista de la depravación educativa que supuso la LOGSE y desde la intolerancia que desprende y absorbe un anárquico social con ciertos aires fascistas cuando golpea fuerte y racheado el viento de poniente.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Domingo de animadversión


“Hoy es un día de gran importancia en vuestras vidas, hoy debéis comulgar con Dios, niños”. Esas son las sabias palabras que, ligeramente acongojados, escuchamos de un sacerdote con tan sólo ocho años. Nunca he sido muy dado a acudir a la iglesia, más que nada por los devotamente apetecibles instintos homicidas latentes en mi ser obra de El Maligno. Sin embargo, a la edad señalada, caí en la encerrona como todos y comulgué, respondiendo mecánicamente con un sí a todas las consignas exigidas por el señor de la sotana con el fin de que me dejara en paz y poder ir a pegarle patadas a un balón. En primer lugar, creer, y en segundo lugar, pensar y refutar tu creencia, si es que tu degenerada condición humana te alcanza para ello. En mi caso, doy gracias a Dios por haber podido liberarme de la insipidez de su secta judaica, de su credo nihilista malhechor. Ahora me viene a la cabeza una frase que escuché en esa joya del cine español llamada Viridiana: “No necesito que ningún cura me dé su bendición para estar con una mujer”. Hoy no se trataba de matrimonio, pero, sacramento arriba, sacramento abajo, se trata del mismo espectáculo dantesco. Para un proscrito de Dios como soy yo, resulta digno de mofa observar cómo arraigan ciertas tradiciones en las mentes primitivas de las sociedades subdesarrolladas culturalmente.