El río Esla por el este, el río Manzanas por el oeste, nuestra
vecina Portugal al sur y la Sierra de la Culebra que se erige imponente por el
norte, marcan los límites de esta tierra poseedora de paisajes de infinita
belleza y de grandes historias que terminan por caer presas en los océanos del
tiempo. En su aire se respira la tranquilidad y el sosiego que ningún ser
humano debería perder nunca. El agua corre alegre por sus arroyos, la cigüeña
anuncia la llegada de la primavera que deja atrás sus duros inviernos.
A su
memoria han pasado ya sus tiempos gloriosos, como el hombre que se aferra a su
recuerdo como único modo de seguir adelante en la vereda que aceptamos cruzar
en el momento que se nos otorgó la existencia. A la mía, mi época de esplendor,
del niño inocente que corre por las calles sin nada que atormente su mente. Sus
emigrantes esperan con gran anhelo al estío, que les permite volver a sus
raíces que ningún portador de esta sangre olvida jamás y que con gran dolor y
aflicción se alejan cuando comienzan a yacer sobre el suelo las primeras hojas del
otoño. El viejo muere, el joven es obligado a huir. Aliste, la gran abandonada,
siempre será evocada. Su futuro quedó sentenciado en el momento en que la
ciudad llamó a nuestra puerta. Aliste exhala su último aliento, sus últimas
bocanadas del aire puro que ya pocos conocen. Cuando llegue mi día más aciago,
dejadme morir con la paz que proporciona la tierra que vio mi amanecer, dejad
que observe impávida también mi atardecer.
En primer lugar, quiero darte la enhorabuena por el blog y por las reflexiones que contiene. Y en segundo lugar, comentar respecto a esta entrada que la realidad -desde mi óptica- no es tan negra como parece, y, sobre todo, que hay gente que está haciendo cosas por revertir esta situación y algunos resultados ya son visibles. Porque, no vamos a decir lo contrario, la tendencia de los últimos años es muy negativa (aunque creo que la caída se ha frenado un poco en los últimos 15 años).
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